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Así nacen los chismes (chismografía) Im-per-di-ble


Por: Lucano Divina

Se produce una llamada perdida, luego dos, tres, nueve, hasta que por fin la Hembra humana le contesta a su mejor amiga, quien está por convertirse en su peor enemiga; todo porque un amigo de una amiga, le dijo que una conocida de un conocido, le aseguró que un fulano escuchó a mengano comentar algo que a ella no le gustó.

Lo anterior, es el desenlace de un chisme. Pero varios días atrás, el principio tuvo lugar en una reunión de dos o más humanos, donde no estuvo presente aquel que sus lenguas juzgaron, porque en la tradición chismosa al acusado no se le da el derecho a la defensa -o se le da cuando ya sea demasiado tarde- para asegurar una efectiva y rápida divulgación.

La mentada reunión se llevó a cabo en un restaurante, entre unos amigos que sostenían una conversación donde exageraban lo bien que les estaba yendo en sus vidas y al tiempo minimizaban los logros ajenos. Pero de repente, un silenció los interrumpió ante la llegada de una pareja compuesta por el esposo de la vecina... sin la vecina. Y así, como una chispa que se deja caer con inocencia sobre un océano de gasolina, la semilla del chisme fue sembrada en la tierra fértil del control social.

Al acto de chismear, se le puede definir como una actividad social encargada de difundir ríos de información sin verificar, que ha intentado hacer creer que los sensuales labios de Angelina Jolie son puro colágeno inyectado o que los tampones quitan la virginidad. Lo cierto, es que sólo cumple la tarea que le dieron: propagar tips de cómo la humanidad debe comportarse, so pena de ser desterrado de la aceptación social por violar dichas leyes.

Por eso, las miradas y los oídos se pegaron al esposo de la vecina, para luego contar los hechos no como sucedieron, sino como se recordaban según las necesidades de cada género. 

Las versiones femeninas se concentraron en los detalles, armando una historia que recordaba un viernes por la noche -olvidando que apenas rondaba las 5 de la tarde-; recordaba los románticos violines -olvidando que provenía de un trío de músicos que pedía monedas a la entrada-; recordaba que nadie le vio el anillo de matrimonio al susodicho -olvidando que hacía frío, por lo que nunca se quitó los guantes-; recordaba que estaban muy pero muy juntitos -olvidando de nuevo que hacía frío, mucho frío-; pero más que todo recordaba que esa otra que acompañaba al vecino era mucho más joven y atractiva que su esposa -la hubieran olvidado si fuera vieja y fea-.

La versión masculina se concentró en una visión más global del asunto. En otras palabras, sólo recordó al vecino en compañía de una Hembra que también desea para él. 

Y cuando esa información llegó a otras Hembras, reaccionaron con la misma disciplina y organización de una célula terrorista: actuando independientemente, incluso sin conocerse las unas a las otras, hicieron avanzar el chisme regenerándolo con nuevos datos incendiarios -caricias debajo de la mesa, flirteo que parecía acoso sexual y hasta quien vio al vecino con una Hembra distinta en un nuevo restaurante-. 

Y cuando esa información llegó a otros Machos, reaccionaron usando la misma estrategia de un jefe de prensa gubernamental ante una medida impopular: prometieron correctivos en público, felicitaron en privado.

Hasta que finalmente esa maraña de rumores llegó a los oídos de quien siempre se entera de último: la esposa. Al instante, la credibilidad del vecino fue cuestionada por un chisme sin pruebas, porque una acusación basta y sobra en la rumorología, dado que una condena es proferida dependiendo de la vacilación a la hora de responder. Pero como el vecino se defendió, sin que le temblará la voz, asegurando que esos señalamientos no eran más que calumnias de la oposición, ella le creyó a ciegas y llamó a terminar su relación con su ex amiga envidiosa. 

Lo curioso es que ese chisme, no nació por envidia. Las Hembras lo impulsaron para que los demás Machos temieran seguir el ejemplo del vecino. Mientras los Machos lo promovieron para que las Hembras fijaran su atención en quien se dejó atrapar, y así poder continuar impunes en sus vidas secretas.

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