Steve Jobs, el hombre que revolucionó el mundo de los gadgets tecnológicos gracias a aparatos como el Mac, el iPhone o el iPad, falleció por un paro respiratorio, consecuencia directa del cáncer de páncreas que el cofundador de Apple padecía desde 2004 y que se había extendido a otros de sus órganos, tal y como se explica en el certificado de su muerte. Jobs, que hace dos meses tuvo que dejar su cargo como consejero delegado de la compañía debido a su enfermedad, falleció el pasado miércoles acompañado por su mujer y sus familiares más cercanos en su casa de Palo Alto (en el sur de San Francisco), a los 56 años.
Al cofundador de la compañía de la manzana no se le realizó ninguna autopsia, por lo que pudo ser enterrado el pasado viernes en un cementerio de su lugar de residencia. Desde que se le diagnosticó el cáncer, en 2004, Jobs habló poco acerca de su enfermedad. No sería hasta un año después que él mismo haría pública su enfermedad durante su conocido y célebre discurso en la Universidad de Stanford. En abril de 2009 fue sometido a un trasplante de hígado, tras negar durante meses los rumores sobre su delicado estado de salud, aunque siguió con fuerzas y después de una breve retirada, volvió a tomar las riendas de Apple, una empresa que siempre estará ligada a la personalidad de su creador, y apareció en público para lanzar la tercera generación del iPod. Finalmente, Jobs dejaría a Tim Cook al frente de Apple.
Jobs, considerado un visionario que cambió el mundo de las nuevas tecnologías, falleció un día después de que fuera presentado el último teléfono de Apple, el iPhone 4S, que estará disponible en las tiendas de EEUU a partir de este viernes y del que ya se han reservado más de un millón de unidades, según la compañía.
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