Sus resultados se basan en un experimento masivo con 4.000 niños y adolescentes australianos de edades comprendidas entre 9 y 18 años. Analizando sus hábitos, Olds ha llegado a la conclusión de que estamos acostumbrados a trasnochar los viernes y los sábados, y que "el domingo nos acostamos tarde porque no queremos dejar el fin de semana atrás". Esto causa un déficit de horas de sueño que tiene consecuencias negativas, como un sistema inmune más débil, dificultades para memorizar y problemas de atención.
Olds también ha calculado cómo cambian los patrones de sueño a medida que crecemos. Por término medio, los niños australianos de 9 años duermen 10 horas cada noche. Este tiempo se reduce en 9 minutos por cada año cumplido hasta alcanzar los 18. Pero además, en las noches que separan dos días lectivos los adolescentes reducen aún más su tiempo de descanso.
Paradójicamente, los fines de semana sí descansamos el tiempo suficiente. Esta diferencia es especialmente extrema en Corea, donde estudios recientes muestran que los jóvenes coreanos duermen 4 horas y media durante la semana escolar, frente a una media de 13 horas de descanso nocturno en fines de semana y vacaciones.
En cuanto a los niños y adolescentes españoles, los expertos aseguran que también sufren una falta de sueño crónica, ya que más de un 60% duerme una hora o dos menos de las nueve aconsejadas.
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