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Grupo de metaleros creó iglesia para adorar a Dios, a su estilo.

Es sábado. Son las 5:55 p.m., y comienzan a llegar los particulares feligreses: jóvenes con el cabello largo, vestidos de negro con accesorios puntudos de metal, tatuajes y botas de cuero. A las 6:00 p.m. inicia el culto.

Se trata de Pantokrator, la primera iglesia cristiana de Bogotá, ubicada en el barrio Estación, de Bosa, donde las alabanzas más sinceras a Jesucristo se fusionan con los acordes 'endiablados' del rock pesado.

Allá arriba hay una fiesta de locos", se le escucha decir a una señora que ve entrar a tres "greñudos" por una puerta angosta que deja ver la oscuridad del lugar.

El templo ocupa el segundo piso de una casa esquinera, pintada en su exterior de blanco, donde se puede leer en caligrafía confusa y letras rojas Pantokrator.

Adentro hay varias flores rojas pintadas entre lianas negras y una cruz gigante en el techo que demuestran lo lúgubre del templo.

"Buenas tardes, hermanos...", dice Cristian González, un joven de 31 años que parece ser cualquier cosa, menos el pastor que desde ahora, 6:05 p.m., tomará las riendas del encuentro.

Pantokrator, que significa Dios todopoderoso en griego, fue creada en el 2003 como una iniciativa religiosa diferente para jóvenes de culturas urbanas.

Y según González, "tiene como fin predicar el amor y la misericordia del Señor por medio del Evangelio de Jesucristo a las personas que no han tenido la posibilidad de acercarse a Dios".

En ese momento, cerca de 100 personas llenan las dos sillas de madera y las 40 plásticas que habitan el salón. Además, se cuentan unas 20 personas de pie.

Entre ellos se pueden detallar 12 niños y Benedicto León, de 67 años, quien disfruta la música que a otra persona de su edad perturbaría. "Estos cantos son para Dios, él se merece todo", dice y continúa orando.

Aunque la mayoría de personas que asiste al culto son 'metaleros', la idea de Pantokrator es que todos "se sientan como en casa y nadie sea señalado", comenta Adriana Ardila, la esposa del pastor.

Así lo demuestra Carlos González, quien asiste por primera vez: "Acá escucho la música que me gusta, pogueo y rezo en un ambiente sano. En otra iglesia dicen que uno es satánico".

Además, la comunidad ha logrado que personas drogadictas y alcohólicas superen este problema. " Luego, casi todos se vuelven asistentes constantes y buenos colaboradores de la iglesia", explica Cristian González.

Una feligrés de falda negra larga, taches y delineador en los ojos sube al 'altar' para iniciar la anhelada primera reflexión de la noche sobre el perdón a María Magdalena, la cual deberá durar unos diez minutos.

eltiempo.com

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