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Cómo vivir más de 80 años con una bala en el cerebro.


Esto es increíble, pensó la doctora Maya Safarova cuando vio las imágenes. Nunca había visto nada igual, y no pensaba que fuera posible. Pero allí estaba, la mancha blanca con forma de bala en la base del cerebro de un hombre de 85 años.
El paciente había acudido al hospital por una enfermedad coronaria, ha explicado por correo electrónico Maya Safarova, del Centro de Investigación Cardiológica de Moscú. Al preguntarle por sus problemas de salud anteriores, comentó que, cuando tenía tres años, su hermano mayor le disparó por accidente con una pistola en la cabeza. La bala, dijo, le entró justo debajo de la nariz.
Un disparo en la cabeza nada tenía que ver con una enfermedad coronaria, pero los médicos, intrigados, le examinaron la zona por donde decía que le había entrado la bala. "Tiene una cicatriz, aunque se ve poco por su nariz aguileña", explica Safarova.
¿Y por dónde salió la bala?, se preguntaron los médicos. Por lo que les contó el paciente, no salió. Dijo que estuvo varias horas inconsciente v que, al despertar, tenía una única herida, en el lugar por donde había entrado la bala. Después, añadió, se recuperó sin recibir ningún tratamiento específico y nunca sufrió ningún síntoma neurológico digno de mención. En la escuela le habían ido bien las matemáticas, se había hecho ingeniero y había llegado a recibir el premio del Estado Soviético por sus logros.
Los médicos decidieron hacerle una radiografía de la cabeza, que permitió "confirmar la veracidad de la historia", señala Safarova. Los rayos X revelaron una silueta de bala aproximadamente en el centro de la cabeza. Para precisar mejor la localización del proyectil, le hicieron una serie de tomografías axiales computerizadas (TAC). La bala, de 1,2 centímetros de longitud y 7 milímetros de diámetro, "se encuentra claramente en el tejido cerebral", indica la cardióloga.
Ante lo insólito del caso, los médicos de Moscú decidieron presentarlo a la revista The New England Journal of Medicine. Los editores de la revista, que tampoco habían visto nunca nada igual, publicaron ayer el caso.
Queda el enigma de cómo un hombre ha podido vivir más de 80 años con una bala en el cerebro sin sufrir ninguna secuela. Una posible explicación es que los tejidos de un niño de tres años tienen una gran capacidad regenerativa. mientras que el mismo disparo, en un niño mayor o en un adulto, hubiera tenido efectos más graves.
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